En el segmento “Bomberos por y para la gente”, uno de los integrantes de la institución en el distrito -Leandro Álvarez- mencionó algunos de los mecanismos “para calefaccionar, sin peligros, en forma segura”.

En primera instancia, abordó los sistemas eléctricos donde indicó “no solo controlar el estado de las instalaciones y su capacidad de soportar el consumo de algunos aparatos, sino evitar aproximarlo a la ropa o la cama”.

Luego, planteó los inconvenientes al optar por “hornallas, cocina, horno o cualquier elemento que involucró llamas; esto trajo aparejado el problema del monóxido de carbono, también conocido como `asesino silencioso´: sin olor, color, sabor, ni irritación de las mucosas, vista, garganta, nariz. Totalmente imperceptible”. Como consecuencia, enumeró síntomas de intoxicación como dolor de cabeza, náuseas, vómitos. Álvarez señaló como un gran contratiempo que a estas alertas corporales “las personas pudieron atribuirlas a otras causas”.

En este mismo sentido, explicó: “El cuerpo asimiló al monóxido de carbono veinte veces más que al oxígeno”. “El primero reemplazó al segundo, afectó a las proteínas de la sangre, llegó a todos los tejidos y lo desterró de todos los órganos del cuerpo”, añadió.

Una de sus recomendaciones clave fue “mantener los ambientes ventilados, sea una puerta o ventana con una hendija que permitiera la circulación de aire”. “Acudir siempre a un gasista matriculado y efectuar un control anual”, puntualizó al sumar una evidencia más en el color de las llamas: debieron ser azules, no naranjas. El bombero subrayó “entre 1700, 1800 casos de envenenamiento en el año en Argentina; de 200 a 250 muertes”.